Compañera Albertina del Socorro Díaz, oficial de Seguridad Interna del Tribunal de Familia de Managua

Albertina es oficial de Seguridad del Tribunal de Familia. “Para mí que esas son bandidencias; no se acuerdan que ellos también fueron niños y pudieron pasar hambre; en el tiempo que el papá de mis hijos me dejó hasta renunció al trabajo para no asumir”, recuerda la mujer que lleva doce años trabajando como oficial de Seguridad del Poder Judicial.

Subir al volcán Mombacho en la madrugada y bajar de él al atardecer jalando la leña que rajaba para venderla; o lavar y planchar ropa ajena hasta de tres patrones a la vez para juntar algo de dinero, son apenas parte de las lecciones de moral y bravura que esta mujer puede dar a aquellos que sin pudor alguno se encogen de hombros y dicen que no tienen dinero para sus hijos e hijas.

Albertina es originaria de Nandaime, departamento de Granada, donde en aquel tiempo sobrellevaba la pobreza sembrando quequisque, yuca o malanga.

Admirada
El mes pasado cumplió 50 años y para patentizar la admiración que les inspira, sus compañeros de Seguridad la agasajaron con un sencillo almuerzo, pues reconocen en ella tanto a la compañera de intachable conducta laboral como a la “leona de tiempo completo” que gracias a su arrojo siempre llevó el alimento a la boca de sus once hijos, dos de los cuales ahora son biólogos marinos y una tercera laboratorista.

En ocasión del Día de la Mujer y el Día de la Madre, la “Tina” fue seleccionada como “destacada” por sus compañeros de trabajo, que también le celebraron el Día del Padre por el doble rol que ha desempeñado por sus hijos

Recuerda que se iba a trabajar cuando el alba asomaba y regresaba a la medianoche, mientras su hija mayor quedaba al cuidado de sus hermanitos, a los que alimentaba con banano majado con limón y sal, mientras que, a falta de leche, a la tierna le hacía atol de malanga o de plátano.

“Cuando quedé sola también me hallé endeudada con el banco; me quitaron el terreno donde sembraba para darle de comer a  mis hijos y de remate, a la tierna le dio una enfermedad que le llagaba la piel hasta que se le desprendía en pedazos y por eso los médicos solo le daban unas horas de vida”, agregó.

Afortunadamente esa vez la ciencia se equivocó pero un médico naturista hizo el milagro de curar a Helen Ivanoska, quien ahora tiene 21 años, y por boca de su madre sabe que fueron las cataplasmas de vaselina y el cogollo de chagüite lo que le salvó la vida.

“Si hay algo doloroso en esta vida es que un hijo pida comida o se enferme y no tener qué darle ni con qué curarlo; mis niños lloraban de hambre y hubo noches que se acostaron con un vaso de agua en el estómago”, rememoró la oficial de Seguridad que un día casi se cercena un dedo con el hacha con que rajaba leña.

“Pero todo ese sufrimiento que las madres pasan se olvida cuando una los ve con sus carreras coronadas”, anotó con los ojos humedecidos por las lágrimas.