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Poemas de Rubén Darío


ALGUNOS POEMAS DE RUBÉN DARÍO (1867-1916)

 

CAUPOLICÁN

Es algo formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.

 

Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.

 

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.

 

«¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán

 

(Azul, 1888)

 

 


PAX

Io vo gridando pace, pace, pace,
Así clamaba el Italiano,
Así voy gritando yo ahora:
“ alma en el alma, mano en la mano ”
A los países de la aurora…
En sangre y en llanto está la tierra antigua.
La muerte, cautelosa, o abrasante, o ambigua,
Pasa sobre las huellas
Del Cristo de pies sonrosados
Que regó lágrimas y estrellas.
La humanidad, inquieta,
Ve la muerte de un Papa y el nacer de un cometa:
Como en el año mil.
Y ve una nueva torre de Babel
Desmoronarse en hoguera cruel,
Al estampido del cañón y del fusil.
“ Matribus detestata ”. Madre negra
A quien el ronco ruido legara
De los leones; Palas,
Odiosa a las dulces mejillas,
Puesto que das las flechas y las balas,
Abominada seas
Por los corrientes siglos y fugaces edades,
Porque, a pesar de todo, tus fuertes potestades
Sucumbirán al trueno de oro de las ideas.

Amontonad las bibliotecas,
Poblad las pinacotecas,
Con los prodigios del pincel
Y del buril y del cincel.
Haced la evocación de Homero, Vinci, Dante,
Para que vean el
Espectáculo cruel
Desde el principio hasta el fin:
La quijada del rumiante
En la mano de Caín
Sobre la frente de Abel.

Pero el misterio vendrá,
Vencedor y envuelto en fuego,
Más formidable que lo que dirá
La épica india y el drama griego.
Y nuestro siglo eléctrico y ensimismado,
Entre fulgurantes destellos,
Verá surgir a aquel que fue anunciado
Por Juan el de suaves cabellos.

Todo lo que está anunciado
En el Gran Libro han de ver las naciones,
Ciegas a Dios, que a Dios invocan en preñado
Tiempo de odios y angustias y de ambiciones.
Y lo que Malaquías el vidente
Vió en la Edad Media, “ enorme y delicada ”
  • Según dice Verlaine - verá la gente,
hoy en sangre deshecha y desastrada.

Se grita: ¡ Guerra Santa !
Acercando el puñal a la garganta
O sacando la espada de la vaina:
Y en el nombre de Dios,
Casas de Dios de Reims y de Lovaina,
Las derrumba el obús 42…
No, Reyes…Que la guerra es infernal, es cierto:
Cierto que duerme un lobo
En el alma fatal del Adanida;
Más también Jesucristo no está muerto,
Y contra el homicidio, el odio, el robo,
Él es la Luz, el Camino y la Vida.

Hohenzollern: está sobre tu frente
Un águila de oro.
Yo recuerdo el poema del Vidente
De Francia, el vivo cántico sonoro
En donde la Justicia al bronce intima…
Dios está sobre todo; y en la cima
De las montañas de la gloria humana,
De pronto un ángel formidable anima
La testa loca del divino trueno,
Y de las urnas de las sombras mana
Lluvia de llama y lluvia de veneno;
Y Abbadón, Appollion, Exterminana –que es el mismo-
Surge de entre las páginas del Libro del Abismo.
Emperadores, Reyes, Presidentes: La hora
Llegará de la Aurora.
Pasarán las visiones de Durero,
Pasarán de Callot los lansquenetes
Los horrores de Goya el visionario;
En la memoria amarga de la tierra,
Pasará de la guerra el tigre fiero.
Se olvidarán obuses y mosquetes,
Y ante la sacra sangre del Calvario
Se acabarán las sangres de la guerra.

Púrguese por el fuego
Y por el terremoto
Y por la tempestad
Este planeta ciego,
Por los astros ignoto
Como su pasajera humanidad.
Y puesto que es preciso,
Vengan a purgar este
Planeta de maldad,
Con la guerra, la peste
Y el hambre, mensajeras de Verdad.
De la verdad que hace secar las fuentes,
Y en la gehenna rechinar los dientes.

Si la Paz no es posible, que como en Isaías
Las ciudades revienten;
Que sean de tinieblas las noches y los días;
Que las almas que sienten
Soplos de Dios, duerman sueño profundo
Mientras que se desangra y se deshace el mundo…
Y que cuando del apocalíptico enigma
Surja el caballo blanco, con resplandor y estigma,
Los únicos que se hundan en la santa verdad
Sean los puros hombres de buena voluntad,
Que entre las zarzas ásperas de este vivir han visto
Las huellas de los pasos de Nuestro Padre Cristo.

¡ Ah, cuán feliz el demonio perverso ¡
Odio imperante en todo el universo,
Odio en el mar y debajo del mar;
Odio en la tierra firme y en el viento,
Y sangre y sangre que pueda llegar
A salpicar el mismo firmamento.

Se animaron de fuego y de electricidad
Los Behemothes y Leviatanes.
En la bíblica inmensidad
No vieron más los Isaías y los Juanes.

Cual Baltasar o Darío, Guillermo
Mira con ojo enfermo
De visiones de siglos
Un gran tropel de espantables vestiglos.
Y el casco que lo cubre,
La capa que le viste,
Bajo el blancor de la nieve insalubre,
Y el bigote erizado,
Y el aspecto cesáreo y el aire de soldado,
Y toda esa potencia, tienen algo de triste.
Y al llegar las ternuras de Noel,
Santa Claus, el que viene a la cuna del niño,
Tuvo que recoger su túnica de armiño
Por no mancharse en tanta sangre y tanta hiel.

Era en 1870.
Francia ardía en su guerra cruenta.
Hugo en versos soberbios lo cuenta.

Y París, la divina, en su pena,
A las fiestas usuales ajena,
Sólo sombra ve en su Nochebuena.

Y era el sitio y el hambre, y la furia,
Y el espanto, y el odio y la injuria.
Todo muerte, o incendio, o lujuria.

En un lado del Sena está lista
La tremenda alemana conquista:
Y en el otro, la Francia imprevista.

Dan las doce – la mágica hora,
Que presagia una mística aurora-
Las campanas de Nuestra Señora.

Y en la orilla izquierda del Sena,
En la sombra nocturna resuena
Un Noel de ritual Nochebuena.

Un silencio. Y después, noble, austero,
Contestó aquel ejército fiero
Con un grave coral de Lutero.

Y en la noche profunda de guerra,
Jesucristo, que el odio destierra,
Por el canto echó el mal de la tierra.

¿ No habrá alguno de raza más joven
Que, rompiendo a la guerra su yugo,
Pueda unir el poder de Beethoven
Con el canto que dió Victor Hugo ?

¡ Vivat Gallia Regina ¡ ¡ Vivat Germania Mater ¡
Esta salutación, que al gran lírico plugo
¿ hace arder esa selva y rugir ese cráter,
Y al ángel de la Paz lo convierte en verdugo ?

Si la princesa austríaca destroza su abanico,
Guillermo en sus palacios entroniza a Watteau,
Y sabe que la flauta del Grande Federico
Aún ignoraba el triste réquiem de Waterloo.

Más hay que juzgar siempre, que si es dura la lucha
Del tigre, de león, del águila en su vuelo;
Si los hombres guerrean, es porque nadie escucha
Los clarines de paz que suenan en el cielo.
Krupp hace el crudo espanto que a Thanatos alegra
Pero el de Asís fue pasmo que el Bajísimo enoja;
Húsares de la muerte deben llevar cruz negra,
Mientras las dulces gentes de amor llevan cruz roja.

¡Oh, pueblos nuestros ¡ ¡ Oh pueblos nuestros ¡ Juntaos
En la esperanza y en el trabajo y la paz.
No busquéis las tinieblas, no persigáis el caos,
Y no reguéis con sangre nuestra tierra feraz.

Ya lucharon bastante los antiguos abuelos
Por Patria y Libertad, y un glorioso clarín
Clama a través del tiempo, debajo de los cielos,
Washington y Bolivar, Hidalgo y San Martín.

Ved el ejemplo amargo de la Europa deshecha,
Ved las trincheras fúnebres las tierras sanguinosas;
Y la piedad y el duelo sollozando los dos.
No; no dejéis al odio que dispare su flecha,
Llevad a los altares de la paz miel y rosas.
Paz a la inmensa América. Paz en nombre de Dios.
Y pues aquí está el foco de una cultura nueva,
Que sus principios lleve desde el Norte hasta el Sur,
Hagamos la Unión viva que el nuevo triunfo lleva,
The Star Splanged Banner, con el blanco y azur…


VENUS

 

En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.
En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.

 

A mi alma enamorada, una reina oriental parecía, que
esperaba a su amante bajo el techo de su camarín,
o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.

 

«¡Oh, reina rubia! -díjele-, mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia ti, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,

 

y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar».
El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.

 

(Azul, 1888.)

 


"YO PERSIGO UNA FORMA QUE NO ENCUENTRA MI ESTILO..."

 

Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
el abrazo imposible de la Venus de Milo.

 

Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.

 

Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;

 

y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.

 

(Prosas profanas, 1896.)

 

 

BLASÓN

 

El olímpico cisne de nieve
con el ágata rosa del pico
lustra el ala eucarística y breve
que abre al sol como un casto abanico.

 

De la forma de un brazo de lira
y del asa de un ánfora griega
es su cándido cuello, que inspira
como prora ideal que navega.

 

Es el cisne, de estirpe sagrada,
cuyo beso, por campos de seda,
ascendió hasta la cima rosada
de las dulces colinas de Leda.

 

Blanco rey de la fuente Castalia,
su victoria ilumina el Danubio;
Vinci fue su varón en Italia;
Lohengrín es su príncipe rubio.

 

Su blancura es hermana del lino,
del botón de los blancos rosales
y del albo toisón diamantino
de los tiernos corderos pascuales.

 

Rimador de ideal florilegio,
es de armiño su lírico manto,
y es el mágico pájaro regio
que al morir rima el alma en un canto.

 

El alado aristócrata muestra
lises albos en campo de azur,
y ha sentido en sus plumas la diestra
de la amable y gentil Pompadour.

 

Boga y boga en el lago sonoro
donde el sueño de los tristes espera,
donde aguarda una góndola de oro
a la novia de Luis de Baviera.

 

Dad, condesa, a los cisnes cariño;
dioses son de un país halagüeño,
y hechos son de perfume, de armiño,
de luz alba, de seda y de sueño.

 

(Prosas profanas, 1896.)

 


 

 

"ITE, MISSA EST"

 

Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa,
virgen como la nieve y honda como la mar; su
espíritu es la hostia de mi amorosa misa,
y alzo al són de una dulce lira crepuscular.

 

Ojos de evocadora, gesto de profetisa,
en ella hay la sagrada frecuencia del altar:
su risa en la sonrisa suave de Monna Lisa;
sus labios son los únicos labios para besar.

 

Y he de besarla un día con rojo beso ardiente;
apoyada en mi brazo como convaleciente me
mirará asombrada con íntimo pavor;

 

la enamorada esfinge quedará estupefacta;
apagaré la llama de la vestal intacta
¡y la faunesa antigua me rugirá de amor!

 

(Prosas profanas, 1896.)

 

 


MARGARITA

 

¿Recuerdas que querías ser una Margarita
Gautier? Fijo en mi mente tu extraño rostro está,
cuando cenamos juntos, en la primera cita,
en una noche alegre que nunca volverá.

 

Tus labios escarlatas de púrpura maldita
sorbían el champaña del fino baccarat;
tus dedos deshojaban la blanca margarita,
«Sí... no... sí... no...» ¡y sabías que te adoraba ya!

 

Después, ¡oh flor de Histeria! llorabas y reías;
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas, tus fragancias, tus quejas, eran mías.

 

Y en una tarde triste de los más dulces días,
la Muerte, la celosa, por ver si me querías,
¡como a una margarita de amor, te deshojó!

 

(Prosas profanas, 1896.)

 

 

RESPONSO A VERLAINE

 

Padre y maestro mágico, liróforo celeste
que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
diste tu acento encantador;
¡Panida! Pan tú mismo, con coros condujiste
hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste,
¡al son del sistro y del tambor!

 

Que tu sepulcro cubra de flores Primavera,
que se humedezca el áspero hocico de la fiera
de amor si pasa por allí;
que el fúnebre recinto visite Pan bicorne;
que de sangrientas rosas el fresco abril te adorne
y de claveles de rubí.

 

Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo,
ahuyenten la negrura del pájaro protervo
el dulce canto de cristal
que Filomela vierta sobre tus tristes huesos,
o la armonía dulce de risas y de besos
de culto oculto y florestal.

 

Que púberes canéforas te ofrenden el acanto,
que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto,
sino rocío, vino, miel:
que el pámpano allí brote, las flores de Citeres,
¡y que se escuchen vagos suspiros de mujeres
bajo un simbólico laurel!

 

Que si un pastor su pífano bajo el frescor del haya,
en amorosos días, como en Virgilio, ensaya,
tu nombre ponga en la canción;
y que la virgen náyade, cuando ese nombre escuche
con ansias y temores entre las linfas luche,
llena de miedo y de pasión.

 

De noche, en la montaña, en la negra montaña
de las Visiones, pase gigante sombra extraña,
sombra de un Sátiro espectral;
que ella al centauro adusto con su grandeza asuste;
de una extrahumana flauta la melodía ajuste
a la armonía sideral.

 

Y huya el tropel equino por la montaña vasta;
tu rostro de ultratumba bañe la Luna casta de
compasiva y blanca luz;
y el Sátiro contemple sobre un lejano monte
una cruz que se eleve cubriendo el horizonte
¡y un resplandor sobre la cruz!

 

(Prosas profanas, 1896.)

 


 

 

SONATINA

 

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

 

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente; la
princesa persigue por el cielo de Oriente la
libélula vaga de una vaga ilusión.

 

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o
en el que es soberano de los claros diamantes, o
en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

 

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

 

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.

 

Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

 

¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está
presa en sus oros, está presa en sus tules, en
la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas, que
custodian cien negros con sus cien alabardas, un
lebrel que no duerme y un dragón colosal.

 

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
la princesa está pálida, la princesa está triste?,
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

 

«Calla, calla, princesa dice el hada madrina?;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».

 

(Prosas profanas, 1896.)

 


CANCIÓN DE OTOÑO EN PRIMAVERA

 


A Gregorio Martínez Sierra

 

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

 

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

 

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor. Era
su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

 

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

 

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

 

Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

 

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

 

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé... Y
te mató, triste y pequeño, falto
de luz, falto de fe...

 

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

 

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca, con
sus dientes el corazón.

 

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad, mientras
eran abrazo y beso síntesis de la
eternidad;

 

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

 

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

 

¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón

 

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

 

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...

 

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!

 

(Cantos de vida y esperanza, 1905.)

 


 


 

LEDA

 

El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.

 

Y luego en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata bañado de sol.

 

Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.

 

Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van,
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.

 

(Cantos de vida y esperanza, 1905.)

 

 

LO FATAL

 

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

 

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror... Y
el espanto seguro de estar mañana muerto, y
sufrir por la vida y por la sombra y por

 

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

 

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

 

(Cantos de vida y esperanza, 1905.)

 


 

 

NOCTURNO

 

Los que auscultasteis el corazón de la noche,
los que por el insomnio tenaz habéis oído
el cerrar de una puerta, el resonar de un coche
lejano, un eco vago, un ligero ruido…

 

En los instantes del silencio misterioso,
cuando surgen de su prisión los olvidados,
en la hora de los muertos, en la hora del reposo,
¡sabréis leer estos versos de amargor impregnados!…

 

Como en un vaso vierto en ellos mis dolores
de lejanos recuerdos y desgracias funestas,
y las tristes nostalgias de mi alma, ebria de flores,
y el duelo de mi corazón, triste de fiestas.

 

Y el pesar de no ser lo que yo hubiera sido,
y la pérdida del reino que estaba para mí,
el pensar que un instante pude no haber nacido,
¡y el sueño que es mi vida desde que yo nací!

 

Todo esto viene en medio del silencio profundo
en que la noche envuelve la terrena ilusión,
y siento como un eco del corazón del mundo
que penetra y conmueve mi propio corazón.

 

(Cantos de vida y esperanza, 1906.)

 




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